El 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer, fecha instituida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Alzheimer’s Disease International (ADI). El objetivo de esta conmemoración es dar a conocer la enfermedad y sus consecuencias sociosanitarias, y pedir el apoyo y la solidaridad de la población, las instituciones y los organismos oficiales.
La enfermedad de Alzheimer produce una disminución de las funciones intelectuales, dificulta el aprendizaje de nuevos conceptos, interfiere en la capacidad de la persona para realizar su vida diaria y produce cambios en su personalidad y conducta.
Hemos hablado con Gabriel Salazar, jefe de Neurología del CST, que destaca que la enfermedad del Alzheimer se caracteriza por un deterioro cognitivo que aumenta con la edad, aunque podemos ver menores de setenta años afectados. «La enfermedad es muy visible por el deterioro de la memoria inmediata, que progresivamente afecta a funciones ejecutivas y altera las actividades de la vida diaria. Desde el punto de vista neuropatológico el Alzheimer consiste en la acumulación de betaamiloide, una sustancia gelatinosa en toda la corteza cerebral. Por eso la consideramos una taupatía, debido a la acumulación de la proteína Tau. Al mismo tiempo se forman cabellos neurofibrilares que también la definen. Esta alteración estructural conlleva la alteración de múltiples neurotransmisores, entre ellos la acetilcolina», explica.
Pero, ¿qué síntomas tiene, el Alzheimer? El Dr. Salazar expone que inicialmente son «olvidos de hechos y conversaciones recientes, luego nombres de personas cercanas, luego ya no se reconoce la fisonomía de familiares… La evolución de la enfermedad es lenta y progresiva. En unos ocho o diez años el/la paciente tiene una dependencia total y es imprescindible la figura de un cuidador.»
Pero porque el Alzheimer, si es una enfermedad tan prevalente, todavía no tiene cura? El Dr. Salazar apunta que «últimamente han salido anticuerpos monoclonales aprobados por los organismos pertinentes y que detentan la progresión de la enfermedad.» Un brillo de esperanza, pues.
El jefe de Neurología del CST nos recuerda que los factores de riesgo de padecer la enfermedad son fumar, tener un colesterol elevado, sufrir obesidad, tener diabetes o el analfabetismo. Por lo tanto, para mantener un cerebro sano habría que «llevar una vida lo más sana posible, mantenernos activos física y mentalmente, evitar el tabaco, cuidar el colesterol, estudiar y leer. De aquí a unos años veremos avances médicos y, posiblemente, quirúrgicos para ayudarnos a la estimulación cerebral profunda o la estimulación magnética transcortical.»
Hasta ahora hemos podido conocer el punto de vista médico. Ahora nos adentraremos en el de los cuidadores.
Roc Sala Murià, terapeuta ocupacional del Hospital de Día Sant Jordi, nos explica que el día a día de un enfermo de Alzheimer depende de la fase en la que se encuentra. Sala explica que en la fase inicial, con cierta conciencia de enfermedad, «puede aparecer la tristeza o la irritabilidad. En la fase moderada hay menos conciencia de la enfermedad con la posible aparición de trastornos de conducta, como apatía, desinhibición, etc.»
Las tareas del día a día cuestan más a medida que avanza la enfermedad. «Depende de la persona pero generalmente son todas las actividades o tareas diarias que implican planificación, organización, secuenciación de actividades, nuevos aprendizajes. Por lo tanto, les cuesta todo lo que implica la capacidad de las funciones ejecutivas», explica Sala.
La labor de los cuidadores es la «de acompañar en el proceso haciendo apoyo y supervisión a las necesidades de la persona, intentando mantener la autonomía siempre que sea posible y minimizar riesgos.»
¿Y cómo viven la enfermedad los familiares de alguien con Alzheimer? El terapeuta ocupacional nos explica que no deja de ser «un duelo por la pérdida de la persona con todo lo que ello implica: la negación, la rabia, la culpabilidad y, finalmente, la aceptación.»
El consejo básico para aquellas personas que conviven con un enfermo de Alzheimer es «poder repartir las tareas del día a día entre los familiares implicados y los cuidadores, con el fin de evitar la sobrecarga que puede suponer el manejo de estas enfermedades. Y también buscar ayuda y/o asesoramiento de los profesionales.»
El Hospital de Día Sant Jordi del Consorcio Sanitario de Terrassa (CST) es un centro terapéutico para enfermos de Alzheimer y otras demencias.
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